TROVADORES Y JUGLARES CANTAN SOBRE BRETONIA

A modo de presentación, nuestro general de Bretonia nos deja este excelente relato como preludio de la guerra que se avecina: 


DEL III DUQUE DE MONFORTE DON BELTRÁN, LLAMADO "EL BRAVO"


Caballo y jinete eran un único ser, una única cosa. Un solo cuerpo blindado que atravesaba filas de pieles verdes del mismo modo que las guadañas de los campesinos de Bretonia peinan los campos de su señor.
En ese momento de la batalla ya no había espacio para la estrategia, la compasión o el valor. Simplemente, ya no era dueño de su desino. La lanza de caballería atravesaba cráneos, torsos… los caballos pisoteaban por igual cuerpos sin vida o agonizantes, amigos o enemigos.
Como tantas otras veces, después de la carga, el enemigo huía. Él los perseguía.
La batalla se había vuelto a ganar, la batalla había terminado, ahora comenzaba la carnicería. En su desbandada, dando la espalda a sus enemigos, presas del pánico, esos orcos descerebrados no eran conscientes de cuanto facilitaban la tarea a los Caballeros que sólo tenían que segar las cabezas infectas de los pieles verdes.
Galopaba en su persecución, con la espada en la mano, galopaba, preso por la ira, por la venganza, galopaba.
Entonces el cielo quedo cubierto de nubes negras. Se acercaba la tormenta, otra tormenta… y los truenos, una vez más, los truenos.
Su caballo lo desmontó, parecía aterrorizado y lo más preocupante, él también. Seguía tronando, cayó preso del pánico y seguía tronando… entonces despertó.


Beltrán el Bravo, tercer duque de Monforte despertó sudoroso y aterrado junto a la hija del herrero. Ni siquiera sabía el nombre de la muchacha que tenía edad para ser su propia hija, pero era hermosa y complaciente. Su buena actitud valdría para que su familia pudiera calentarse este invierno, pero no tenía tiempo de recrearse con su cuerpo desnudo, llevaba más de tres meses sin dormir. Siempre despertado por una pesadilla, siempre una tormenta que le vencía, que lo aterraba.

Los sueños a veces estaban relacionados con su infancia, otras veces con batallas, con cacerías, pero siempre aparecían los truenos que le paralizaban.

No había más tiempo que perder, los heraldos de su majestad esperaban en el salón. Se vistió y añadió una bolsa de monedas a la cama donde aún dormía la muchacha. Nunca le cayó bien el rey actual, pero no debía hacer esperar a sus emisarios, al menos no demasiado.



****


Lilian no rea una niña como el resto. El bosque le hablaba y ella hablaba con el bosque. Apenas tenía nueve años, pero el resto de la gente la repudiaba. Llevaba la marca de la bruja. Ser pelirroja siempre fue un mal presagio para las supersticiones del populacho.
Una mezcla de repugnancia y miedo sentían por la huérfana, así la conocían.
El año anterior el chico que se encargaba de cuidar los establos del duque se acercó a ella por la espalda. Comenzó a frotar su entrepierna con su cintura mientras la agarraba fuertemente del brazo hasta provocar sus lágrimas. El ruido de la feria ahogaba sus gritos y la fuerza de una niña no podía competir con el hombre adulto que la sujetaba.
Lágrimas de rabia anegaban sus ojos y arrasaban su rostro, cuando el hombre calló desplomado a su lado, sin explicación aparente. Ella hubiera deseado matarlo con sus manos, pero no encontraba el medio, sólo sentía la ira e impotencia, entonces él murió.
La mañana que el duque despertó de su pesadilla, Lilian caminaba hacia el castillo, descalza y con el pelo enmarañado. Los aldeanos se apartaban de su camino.


****

-  La mitad de los Ingresos de este Ducado están relacionados con los Impuestos que cobro a los feriantes del Imperio en mis mercados y ¿Me decís que vaya a la guerra por orden de su Majestad?

El Heraldo apenas daba crédito de la insolencia del Duque, un noble de Bretonia ponía en duda las órdenes de su Rey, no obstante, intento serenarse, reunió toda la paciencia que le quedaba y con voz firme contestó:


-  Mi señor, El Rey Louen, el primero de su nombre, el que tiene corazón de León, Duque de Couronne, señor del Gran Océano y Rey de toda Bretonia, os ha encomendado la defensa de la frontera para salud y mayor gloria de su reino, acaso os negáis?


-  Decidle a su Majestad que del mismo modo que ignoró las peticiones de ayuda del ducado en la última invasión de Hombres bestia, del mismo modo que nos dejó solos en el asedio de los orcos del año 12 y del mismo modo en que su padre relegó a mi padre a un ducado fronterizo, siendo primer caballero de la corte, yo le digo que libre sus propias batallas del mismo modo en que nos obliga en soledad a librar las nuestras


-  ¡Vuestras palabras son palabras de traidor! ¡¡Pagareis el precio!!


-  Si fuerais caballero ungido ya estarías muerto, decidle a vuestro Rey que Bertrand el Bravo no teme a un rey que se esconde tras sus señores, decidle que ¡Beltrán el Bravo, tercer duque de Monforte no le teme a nada!





Entonces la puerta se abrió de golpe. Nadie podía entender como una niña podría haber abierto el portón y ¿Dónde estaban los guardias? ¿Como habían permitido que importunara al duque? Al menos tres parejas de guardias debían custodiar el camino desde la muralla hasta el salón.

Pero su voz no era la de una niña, con sus ojos clavados en el Duque y para sorpresa de todos, la niña pelirroja hablaba con la serenidad y firmeza de un Rey, pero sólo repetía:


-  Mi Señor debe enfrentarse a la Tormenta
-  Mi Señor debe enfrentase a los Truenos
-  La Dama nos habla a través de los Sueños
-  Mi señor debe enfrentarse a la Tormenta
-  Mi señor debe enfrentarse a los truenos
-  Mi señor debe enfrentarse a la pólvora
- Mi señor debe enfrentarse a los cañones
- La Dama nos habla a través de los sueños


Luego se desmayó.


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